La llama

Jose Flavio
4 min readAug 24, 2022

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Escultura de la madre patria sosteniendo una llama, el animal.
Escultura de la madre patria sosteniendo una llama.

A veces pienso en todo lo que las malas lenguas pueden llegar a contar, sin saber, el daño inconmensurable que pueden causar a la reputación de una persona, de un equipo, de un amigo.

Desde niño me han gustado las manualidades. Mi madre Angélica me llevaba a clases de escultura básica a los 11 años, a unas calles de mi casa. Se volvió con el tiempo, uno de mis pasatiempos favoritos. Verán, no es que había mucho que hacer en Madrid por allá en los años mil ochocientos noventa y cinco. Mi padre murió en el acontecimiento del tornado del ochenta y seis y desde entonces, es mi madre quien vela por mí.

Por supuesto, entre mis amigos de colegio lo más común era tener un caballo de madera o cajas musicales en casa. No era mi caso. Mi madre Angélica sacrificaba mucho para que yo pueda estudiar y convertirme en un gran escultor.

Crecí y empecé a desarrollar pequeñas obras por unas cuantas pesetas de plata. No me volvió rico pero era suficiente para vivir una vida modesta y tranquila, al mismo tiempo que cuidaba a mi madre, ya cansada y anciana. Ella aún se desvelaba por mi a pesar de yo tener más de 20 años. De ves en cuando, íbamos al parque a recordar historias de mi infancia, a ella le gustaba hacerme recordar que yo era bien aplicado en la escuela, siempre atento y con buenas calificaciones; yo, sin embargo, prefería asomarme al tema de mi padre, quería recordar quién era, cómo era, cómo lucía, qué hacía.

Una tarde, conocí al señor Benlliure, un gran artista reconocido en Madrid. Él ya había esculpido obras maravillosas para la ciudad y al verlo, pensé que sería una gran oportunidad para aprender de él y, porqué no, trabajar juntos.

Y cuéntame, ¿cómo es que empezaste en esta hermosa profesión? me preguntó, pues, gracias a mi madre, ella me llevaba a clases de pequeño con un escultor cerca a donde vivía, ¿entonces llevas varios años esculpiendo?, hacía la pregunta abriendo sus dos grandes ojos mientras se frotaba su largo bigote respingado; sí, así es señor.

Empezar a trabajar con Mariano Benlliure era un salto que no pensé lograr alguna vez. Ver la cara de mi madre Angélica al contarle la noticia es un recuerdo que guardo en mi memoria, sus ojos rasgados pobremente maquillado, su cabello ya gris y laceo pero que en ese momento brilló como cuando se refleja la luz del sol sobre una joya y su sonrisa estruendosa completamente natural.

Entonces era momento de presentar una gran obra para el Estado Peruano, se había negociado para hacer la entrega en el año 1921, al conmemorarse 100 años de la declaración de su independencia.

Yo había participado en la elaboración de las esculturas que iban a situarse debajo de la principal. La representación de símbolos es importante en el arte. Una artista expresa sentimientos, ideales, pensamientos a través de sus obras. Una nación independiente buscará identificarse con estos a través de sus monumentos, que representarán su cultura, su historia y su arte.

La madre patria, sosteniendo sobre sí misma ramas del árbol de la quina, un yelmo que sostiene dos cornucopias y una llama que representa la riqueza animal de aquel hermoso país, el cual conocí meses después.

Todo estaba artísticamente relacionado, demostración de grandeza del general San Martín montado sobre su caballo, soldados en bronce a los alrededores y una representación del primer escudo alcanzada ya la independencia.

Me entero ahora, varios lustros después, que se ejerce un mito sobre mi trabajo y del señor Benlliure. Falsedades que traslucen falta de perfeccionismo, apuro, poca planificación. Dichos que no hacen sino dañar nuestra reputación. Y es que se dice que la petición original era una llama votiva, no el animal.

Que seguro los encargados de la obra de arte estaban retrasados, no planificaron bien. Solo quedaba entregar la obra y no había tiempo para correcciones.

Falso.

Y es que quienes desconocen el cómo leer una obra de arte, parlarán sin fin todo lo que de cuando en cuando se diga, no importará que la dignidad del artista se apague, pues carecen de sensibilidad.

Solo hacía falta revisar su escudo original, sí, ese de 1821, pero no, es más sencillo el mito, la leyenda, la burla, el escarnio, la befa.

Estoy aquí, pues, ya con la avanzada edad de 89 años, esperando que aquella leyenda urbana sea alguna vez redimida de mi reputación y la de mi maestro Benlliure, a quien le debo eterna gratitud.

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Jose Flavio

Senior Software Engineer. Education, science and IT enthusiast. I have a blog! 😄 https://jflavio.com